Santa Cruz en alerta por la fuga de un peligroso narcotraficante

Se trata de Federico “Morenita” Marín, un hombre con una historia digna de una serie de Netflix. En su haber llegó a abandonar un coche fúnebre con más de 100 kilos de marihuana, desde la cárcel mandó a amenazar a jueces y ahora es intensamente buscado por todas las fuerzas de seguridad.

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Muchas veces la realidad supera a la ficción. Es que las decisiones que toman los hombres y los contextos no podrían salir de la cabeza ni del mejor guionista de Hollywood.

Con un arco narrativo que lo ubica en un inicio en la extrema pobreza en la provincia de Corrientes hasta el episodio actual con paradero desconocido, esta es la historia de Federico “Morenita» Marín.

Cuando uno ve el catálogo de Netflix, puede notar la gran cantidad de series y películas sobre narcos mexicanos o colombianos. “No creo que sea tan así. Quizás exageran para venderlo mejor”, puede ser el primer comentario, pero, como se dijo más arriba, la realidad supera ampliamente a la ficción.

La historia de Marín tiene todo y puede encajar en cualquier género: drama, romance y acción, por lo que los servicios de streaming podrían ubicarla en cualquier lugar de su catálogo.

Como siempre pasa en estas historias, surgen versiones distintas sobre como un hombre que no tenía nada, pasó a tener todo y luego a perder lo conseguido por amor.

“Morenita” Marín nació en un hogar muy pobre de Corrientes y heredó el apodo de su madre

Marín nació en la localidad de Itatí, Corrientes. Fue uno de los cuatro hijos que tuvo su madre, la verdadera “Morenita”, una madre soltera de la ciudad y que todos los días salía a la calle a vender “morenas” (carnadas vivas) a los pescadores de todo el país que visitaban su ciudad.

Federico heredó tanto el oficio como el apodo de su madre. Incluso a sus hermanos también les decían “Morenita”, pero claro, él fue el que se apoderó del mismo por haberse convertido en el “más famoso”.

Con una infancia a la vera del río Paraná, “Morenita” vio que vender carnadas o pescar era muy poco para él. Es que había un mercado muy rentable: el contrabando de cigarrillos. Desde temprana edad, Marín traía desde Paraguay cientos y, por qué no, miles de cajetillas de las marcas “Rodeo” y “Eight”.

El tiempo fue pasando, los cargamentos crecían, las ganancias también. La ambición y la impunidad de Marín eran incontrolables y en el horizonte vi un nuevo mercado: traer drogas de contrabando era mucho más rentable que los cigarrillos.

“Conozco el río de memoria, sé por dónde ir, por dónde no pasar por los controles, los rectángulos de marihuana son casi del mismo tamaño que los de los cartones de cigarrillos. Cierra por todos lados”, pudo haber pensado “Morenita” navegando el Paraná antes de cambiar el rumbo de sus turbios negocios.

Los ríos y la delincuencia son parte de Marín. Usó el agua como ruta para traer droga desde Paraguay la transitó como ninguno en un primer momento. Junto a su pareja, fueron haciendo crecer su imperio que, además de delincuentes de a pie como él, fue sumando a integrantes de la Policía correntina, de la Justicia y hasta políticos.

El imperio comenzó a extenderse. Aunque el cuartel principal funcionaba en Itatí, Corrientes, luego los “kioscos” de droga se dispersaron por todo el litoral y hasta llegó a comercializar estupefacientes en CórdobaMendoza y Tucumán. En esa última provincia fue en la que cayó por primera vez “Morenita”. Corría el mes de agosto de 2011 cuando la suerte no estuvo de su lado y lo encontraron con 480 kilos de marihuana.

En cinco años, en diferentes operativos y allanamientos, a la banda liderada por Marín distintas fuerzas de seguridad le secuestraron 8.753 kilos de la misma droga. Pese a las condenas, siempre logró evadir a la Justicia.

El 29 de enero de 2016 logró eludir un cerco, después de que efectivos de la Gendarmería Nacional detuviesen en la localidad correntina de San Cosme una Ford F-100 en la que viajaba con dos miembros de su organización.

El 10 de febrero de ese año, “Morenita” se escapó de nuevo en un control de la ruta 12, cerca de Paso de la Patria. Huyó por una zona de montes. Sus acompañantes fueron detenidos, pero, obviamente, ellos nunca iban a abrir la boca para decir dónde se encontraba su jefe.

El paradero de Marín fue todo un misterio. Se sabía que podía controlar al mundo desde la cárcel. Desde dirigir a su “imperio” hasta ordenar amenazar a jueces, por lo que -estando en libertad- podría hacerlo igualmente. Siempre que nadie lo viera.

Durante tres años, nadie había visto a “Morenita”. El Gobierno nacional había ofrecido una recompensa millonaria para quien aportara datos sobre su paradero. El Ministerio de Seguridad no debió abrir la billetera porque, finalmente, Marín cayó por amor.

¿Cómo por amor? Sí, pese a que es un hombre rudo que siempre estaba armado y se mostraba como alguien con mirada penetrante, amaba a su familia y esto lo sabían las fuerzas de seguridad.

En 2018, mientras estaba prófugo, el narco había llegado escondido a visitar a su pareja (quien ya estaba con prisión domiciliaria por los mismos delitos que cometió con su esposo) y a sus cinco hijos.

El personal de Gendarmería Nacional Argentina tenía el dato y sólo fue necesario rodear la vivienda. Acorralado, pero fuertemente armado, a Marín no le quedó otra: “Me entrego, pero déjenme quince minutos con los chicos”, fue lo que gritó antes de rendirse.

Aquí comenzaría un nuevo capítulo en esta historia, pero no el último. Marín tomó una decisión para su futuro que podría costarle la vida: aceptar la condena de doce años de prisión que pesaban en su contra y declararse como arrepentido para que le bajaran la pena.

La causa había sido caratulada como “Sapucay” y “Morenita” estaba complicado. Cuando se declaró como arrepentido, su identidad no había sido revelada para que su vida no corriera peligro. Luego se sabría que fue él la persona que había abandonado un coche fúnebre con más de 128 kilos de marihuana. El juez que lo condenó fue Carlos Vicente Soto Dávila.

Cuando la tobillera se activó, dijo que se había hecho tratar unas hemorroides.

El fiscal Diego Iglesias fue quien aceptó que Marín declarara como arrepentido y le otorgó -en parte- una serie de beneficios que terminarían con una nueva fuga del narco. Es que en 2019, el juez subrogante Juan Carlos Vallejos terminó dándole la prisión domiciliaria a “Morenita”. ¿Por qué? Porque el Departamento de Psicología del Cuerpo de Peritos y Consultores Técnicos de la Defensoría General de la Nación apuntó a que la falta de la figura paterna en el seno familiar puede ser propicia de futuras enfermedades mentales de los niños y le pusieron una tobillera electrónica.

El lunes pasado, la tobillera del narco se activó. “Me fui a tratar de hemorroides”, fue su excusa cuando desde el centro de vigilancia lo llamaron para preguntarle. El martes, nuevamente el dispositivo alertó sobre la ausencia de Marín, pero esta vez no hubo respuestas. Ahora, el paradero de uno de los narcos más poderosos del país es un misterio y todas las fuerzas de seguridad lo buscan

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