InicioMalvinasMalvinas, petróleo y oportunismo: La farsa soberana de un senador en campaña

Malvinas, petróleo y oportunismo: La farsa soberana de un senador en campaña

Mientras las petroleras avanzan sobre Malvinas con la complicidad británica y la venia del gobierno nacional, el senador fueguino Pablo Blanco descubre tardíamente su voz, justo cuando necesita votos. Su dilatada carrera, marcada por la inacción, hoy se viste de falso patriotismo.

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Lo suyo no es negligencia, sino cálculo político en estado puroPablo Blanco, senador nacional por Tierra del Fuegoha tenido más oportunidades que la paciencia de Job para actuar contra la explotación petrolera ilegal en MalvinasCuatro veces legislador provincial y senador desde 2019, su historial sobre el tema es tan vacío como estridente su repentino discurso. Ahora, cuando las perforaciones son casi irreversibles y su banca pende de un hilo electoral, descubre el fervor soberanista. ¿Casualidad o cinismo?

El proceso de saqueo comenzó hace décadas. En 1995, el gobierno de Carlos Menem firmó el vergonzoso acuerdo Di Tella-Rifkind, abriendo la puerta a la exploración petrolera en aguas argentinas. Néstor Kirchner lo anuló, pero los británicos, fieles a su tradición colonial, relanzaron las licitaciones en 2010.

Para 2015, la entonces jueza Federal de Río Grande, Lilian Herráez, ordenó embargos millonarios contra las empresas implicadas y exigió el cese de sus actividades. ¿Dónde estaba Blanco entonces? Mudo, como siempre.

Los gobiernos de Macri y Alberto Fernández enterraron la causa bajo el desinterés y los acuerdos vergonzantes (el pacto Foradori-Duncan fue un cheque en blanco al Reino Unido). Pero Blanco, que hoy clama al cielo, jamás utilizó su banca para interpelar a cancilleres, promover proyectos o siquiera articular un discurso coherente. Su indignación, como suele ocurrir en la política vernácula, nació con el hashtag.

Ahora, cuando Rockhopper y Navitas Petroleum planean extraer 728 millones de barriles -con una inversión de US$ 4.000 millones y el silencio cómplice de sucesivas administraciones-, el senador descubre la urgencia.

Su tweet airado y sus declaraciones radiales tienen el mismo valor que un billete de Monopoly: sirven para la foto, no para la acción¿Por qué no impulsó audiencias, citaciones o alianzas legislativas en todos estos años? La respuesta huele a oportunismo electoral.

Más irrisorio aún es su reclamo al gobierno nacional: ¿acaso no es él quien levantó sus dos manos para “honrar” al presidente Milei con poderes extraordinarios y Ley de Bases?

Su teatro de indignación selectiva omite un detalle: la defensa de la soberanía no se ejerce en redes sociales, sino en los votos, los proyectos y la constancia. Pablo Blanco prefirió el silencio hasta que el reloj electoral le recordó que su banca tiene fecha de vencimiento.

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