El giro diplomático hacia Washington de la gestión de Javier Milei es la oportunidad que tiene el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de comenzar a reducir la influencia de China en América Latina. Así lo expresó el secretario del Tesoro, Scott Bessent, como parte del contexto en el que activó la asistencia financiera: “Milei tiene el compromiso de sacar a China de la Argentina”. La inversión asiática en el país es de un stock de USD 23.345 millones, es más estratégica que cuantiosa y está repartida en sectores que al país norteamericano le interesa estar.
Beijing no solo financió, sino que ejecutó y compró activos en los sectores que hoy son el motor de la recuperación argentina, desde Vaca Muerta hasta el litio en el norte. Nadie cree que el gobierno de Donald Trump pedirá desinvertir, pero sí “evitar que China haga nuevas inversiones en áreas puedan ser sensibles para los intereses geopolíticos de Estados Unidos”, planteó el experto en economía internacional, Marcelo Elizondo.
El principal obstáculo para la «des-chinización» es que el gigante asiático opera más como un banquero de última instancia que como un inversor tradicional. De ese stock total, unos USD 10.600 millones corresponden a financiamiento de infraestructura crítica, como la rehabilitación del Belgrano Cargas o las represas hidroeléctricas en el sur, según se desprende de un documento de la Cámara Argentino – China al que tuvo acceso PERFIL.
Desde el inicio de la gestión libertaria que ya sea por el enfríamiento de las relaciones como las declaraciones del propio presidente y los exabruptos de funcionarios – como durante el 2024, de la excanciller Diana Mondino – que mucho proyecto financiado está en suspenso. Cortar definitivamente los lazos significaría salir a buscar un nuevo acreedor dispuesto a poner miles de millones de dólares en iniciativas donde la Casa Blanca históricamente mostró poco interés en financiar «ladrillos».
Donde la ecuación se vuelve más compleja es en la propiedad de los recursos estratégicos. China destinó más de USD 8.100 millones a la compra directa de empresas (M&A), asegurándose participaciones claves en petroleras como Bridas (vía CNOOC) o en yacimientos de oro y litio. Mientras Estados Unidos llega tarde a la carrera por los minerales críticos, empresas como Ganfeng Lithium ya tienen sus plantas operativas y exportando.
Yuanes en la tierra
De los USD 23.345 millones totales, unos USD 4.643,5 millones corresponden a proyectos greenfield genuinos. Lejos del mito de la primarización absoluta, el podio de estas inversiones nuevas lo encabezan las plantas industriales (USD 1.466 millones) y la energía eólica (ySD 942 millones), relegando al litio a un tercer lugar en cuanto a desembolsos para construcción, aunque con una altísima efectividad: la planta de Ganfeng Lithium en Salta, una inversión de USD 600 millones, ya es una realidad operativa que exporta, mientras que Estados Unidos todavía discute cómo entrar en el negocio
Sin embargo, la radiografía del estado de estos 21 proyectos revela que sii bien 10 de ellos están en pleno funcionamiento —incluyendo los USD 500 millones de los parques eólicos Loma Blanca—, la lista también incluye ‘elefantes blancos’. El megaproyecto de una planta de agroquímicos y puerto por USD 1.370 millones permanece en un limbo administrativo, la represa Portezuelo del Viento (USD 712 millones) no pasa de la firma de acuerdos, y casos como el de Ambassador Fueguina terminaron en quiebra.
Del paquete de proyectos nuevos, unos USD 2.730 millones (casi el 60%) son Inversión Extranjera Directa (IED) genuina, donde el capital chino asume el riesgo comercial y la propiedad, como sucede en el litio o las plantas fabriles. El resto, unos USD 1.914 millones, corresponde a contratos ‘llave en mano’, un modelo donde China pone la tecnología, construye la infraestructura —fundamentalmente parques eólicos y represas— y entrega la llave, asegurándose así la venta de sus equipos sin necesariamente atarse al riesgo operativo argentino a largo plazo.»
La billetera del financiamiento chino
Otra columna del excel al que accedió este medio, la del financiamiento, habla de un peso de mayor cuantía. De los USD 10.616 millones prestados por bancos chinos, casi el 95% se concentra en apenas dos rubros que definen la matriz logística y energética nacional: las represas hidroeléctricas en Santa Cruz y la reactivación de los trenes de carga. Unos USD 8.000 millones están asignados a las centrales Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, obras que hoy figuran ‘en construcción’ y que están en suspenso desde el inicio de la administración libertaria. Su suspensión significaría no solo un default técnico de los contratos, sino dejar dos moles de hormigón a medio hacer en la Patagonia.
Mientras proyectos menores como la ampliación del Puerto Gran Rosario (USD 27 millones) ya figuran como ‘finalizados’, las grandes apuestas siguen abiertas. El caso del Belgrano Cargas, una inyección de USD 2.099 millones que hoy está plenamente operativa (‘En funcionamiento’), demuestra que el sistema ferroviario del norte argentino ya corre sobre rieles financiados por Beijing. Desactivar este esquema sería un desafío de ingeniería financiera.
Compra de activos
La compra directa de activos totaliza unos USD 8.117 millones que se destinaron exclusivamente a adquirir porciones de control en empresas que operan sobre recursos no renovables. El foco es claro: el 75% (unos USD 6.050 millones) fue a parar al sector de hidrocarburos, mientras que la minería (oro y litio) captó otros USD 2.000 millones. Aquí no se financian obras ni se construyen plantas desde cero; se compra la ‘llave’ del recurso, como hizo CNOOC al pagar USD 3.100 millones por la mitad de Bridas Corp, o Shandong Gold al desembolsar USD 1.105 millones para ser socia de Barrick en Veladero.
No obstante, algunas inversiones no superaron el largo plazo. El caso testigo es el de SINOPEC, que tras inyectar USD 2.450 millones para quedarse con los activos de Occidental Petroleum, terminó desprendiéndose de todo y vendiéndole su parte a la local CGC, marcando una fuerte desinversión. A esto se suma el caso de Minera Sierra Grande, una compra de USD 442,5 millones que permanece paralizada desde 2016.
El epicentro de la huella china es la Patagonia, específicamente la provincia de Santa Cruz, donde están emplazadas las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, convirtiendo al distrito en el mayor receptor de fondos de Beijing. E Noroeste argentino (NOA) se consolidó como el segundo polo estratégico gracias al litio y la energía solar. Entre Salta y Jujuy, proyectos como las plantas de Ganfeng Lithium o el parque solar Caucharí suman inversiones por más de USD 1.200 millones, vitales para las cuentas provinciales. Incluso Mendoza (con intentos petroleros y mineros por más de USD 3.700 millones) y Tierra del Fuego (con su polo electrónico y proyectos petroquímicos por USD1.500 millones) dependen de capitales que, en última instancia, reportan al país que gobierna Xi Xinping. «Sacar a China» implicaría, en los hechos, desfinanciar las obras públicas más grandes de la Patagonia y poner en jaque el boom exportador del norte.
AM/ff

