La llegada durante la tarde de ayer del moderno rompehielos británico RRS Sir David Attenborough a la Base Rothera, en la Antártida, marca el inicio de la campaña polar 2025/2026 del British Antarctic Survey (BAS). Sin embargo, su travesía desde el Reino Unido hasta el continente blanco viene acompañado de la latente disputa de soberanía en el Atlántico Sur, poniendo en primer plano la histórica y sensibilidad argentina sobre la cuestión de las Islas Malvinas.

Y es que el periplo del buque, no es solo un acto logístico-científico, sino una manifestación operativa de la estrategia británica de presencia constante en la región.
El Sir David Attenborough, zarpó de Plymouth el pasado 13 de octubre y, tras una escala logística en Montevideo, Uruguay, ingresó a aguas de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) argentina. La navegación se realizó portando la bandera de las «Falklands Islands», un pabellón que la República Argentina rechaza por completo, dado que es el emblema del «usurpador» de Malvinas y su despliegue representa claramente una violación flagrante a la soberanía nacional.
Este tránsito, rutinario en apariencia, es parte de una estrategia de «hecho consumado». Mediante la repetición de estas operaciones logísticas a través de la ZEE de la Argentina, el Reino Unido busca normalizar su presencia y el uso de su pabellón en áreas bajo jurisdicción económica argentina, lo que evidentemente debilita la postura de reclamo soberano de la nación suramericana.
El movimiento de la nave se produce, además, en un contexto de retracción diplomática del actual gobierno argentino, donde la falta de una protesta formal y enérgica, lleva como propósito una concesión tácita que permite la consolidación de la presencia británica. Más aún con presidente como Javier Milei que se manifiesta abiertamente admirador de Margaret Thatcher, la ex primera ministra británica que dirigió la guerra de 1982 y que ordenó el hundimiento del crucero ARA General Belgrano, fuera de la zona de combate.
La Antártida, escenario de la historia y del conflicto
La travesía del rompehielos toca un nervio histórico y geopolítico profundo. La Antártida, regida por el Tratado Antártico desde 1959, es un continente dedicado a la paz y la investigación científica. No obstante, el Tratado, si bien suspende la aplicación de las reclamaciones territoriales (Artículo IV), no las anula.
Argentina es el país con la presencia antártica ininterrumpida más antigua del mundo, superando los 120 años de actividad, un dato que subraya la base histórica de su reclamo sobre un sector que se superpone con las pretensiones posteriores del Reino Unido y de Chile, donde el despliegue del Sir David Attenborough ocurre precisamente en este espacio tri-reclamado.
La continuidad científica: Rothera y el edificio Discovery
Más allá de la controversia política, el arribo del buque marca el inicio de la fase más intensa de la campaña científica del BAS. Tras una escala previa en la Base Signy (Islas Orcadas del Sur), el objetivo principal fue la Base Rothera, el centro neurálgico británico en la Península Antártica.
El Sir David Attenborough es crucial para sostener esta ambiciosa campaña, que incluye la inauguración del nuevo y estratégico Discovery Building. Una instalación de vanguardia que representa una inversión a largo plazo que busca cimentar la capacidad británica de investigación en la Antártida en áreas críticas como el cambio climático, la oceanografía y la glaciología.

La operación de la nave, con su capacidad de romper hielo de hasta un metro de espesor, facilita el acceso a zonas remotas y permite el despliegue de tecnología de punta para el estudio del Océano Austral y su rol en la regulación del clima global.
La disputa por las Malvinas y la soberanía marítima y Antártica, como se observa en cada movimiento del Sir David Attenborough, se libra no solo en el plano diplomático, sino a través de actos de presencia física y logística marítima. Mientras los científicos a bordo se concentran en la investigación crucial para el planeta, la travesía del buque sigue recordando que el Atlántico Sur es un teatro donde la ciencia y la geopolítica operan codo a codo, bajo un silencio oficial del gobierno libertario de Argentina que no logra apagar la historia de la controversia.

