“Ayer hablábamos con viejos pobladores, había solo un foquito cuando pasabas el Garibaldi, era lo único. Hoy ya ves una ciudad” reflexionó Emilio cerca de las bodas de oro de la comuna que es, como define “mi lugar en el mundo”.
“Cuando vine en ese momento, estaba buscando esa señal en algún lugar de la Argentina y sentí que este era mi lugar. Ahí poco importó la proyección turística que tenía como pueblo. Es como cuando te enamoras”. Para el panadero, “es un privilegio poder vivir gran parte de mi vida -llevo más años acá que en Mar del Plata- en un lugar que es tu lugar en el mundo”.
Recuerda, eso sí, que en Tolhuin “tuvimos muchos años de decadencia” en referencia, aún sin decirlo expresamente, a los demasiados desencuentros políticos que supieron ser una constante en el corazón de la isla. “Perdimos mucho tiempo en aquel momento, en los primeros años”.
Emilio Sáez por épocas encabezó el progreso del pueblo: “Cuando arranque y empezó a venir la gente yo no podía esperar el crecimiento del pueblo, porque la gente venía y venía. Muchas veces lo superé al pueblo, porque mis exigencias eran otras, la gente venía de Río Grande y Ushuaia y había que resolver cosas que quizás el pueblo todavía no estaba”.
El entrevistador lo desafió a recordar los tres hechos para él más relevantes en los 40 años que lleva allí: “La primera antena de radio VHF me la pusieron a mí, para poder comunicarnos, no había teléfono ni nada. En algún momento le salvamos la vida a una persona porque pudimos traer el Arava, hace 35 años” fue el primer recuerdo.
Otro es similar, e implica otro avance en la conectividad del pequeño pueblo, “la llegada de la antena de teléfono. Eso tiene mi firma, yo me hice responsable porque no había nadie antes, había un delegado, que no estaba y tuve que firmar”.
Y el otro hito que rescató fue cuando “íbamos a lo de Preto a levantar una palanquita para ver televisión, que nos venía de Ushuaia. Todo ripio, yo pagaba la nafta y otro amigo, Ricardo Wilder, iba y levantaba la palanquita”.
Su peor momento en Tolhuin fue sin dudas el encierro por la pandemia, “cortada la ruta durante nueve meses, fue tremendo, todavía estoy pagando las consecuencias mentales de todo eso. Fue muy duro”, además de la responsabilidad de tener casi 30 familias dependiendo de alguna forma de él.
Emilio Sáez se esperanza mucho con el presente y el futuro de Tolhuin, y sólo espera no equivocarse: “Veo gente joven dirigiendo el pueblo, con sus errores y sus virtudes, pero tengo cierta esperanza de que esto se encamine. Me ilusiona en el caso del intendente (Daniel Harrington), lo vimos nacer acá, es como un hijo para nosotros, lo ves en la calle, lo ves por todos lados, podés hablar con él. Ha cambiado un poco el sistema político. Tengo esperanza que marque un camino en una Argentina medio degradada”.
Vislumbra un futuro decididamente enfocado en el turismo: “Tenemos que trabajar mucho sobre el turismo, la limpieza, el cariño. Estos chicos le están poniendo mucha onda a esto y que todos pongamos nuestro granito de arena para que Tolhuin sea turístico”.
Con su Favaloro como insignia y guía -“una queja nacional de todo lo que le pasó a ese hombre”- Emilio convocó a aprovechar el aniversario 50 para hacer una autocrítica, y definitivamente encaminarse hacia el turismo, “lo que más nos identifica por la belleza que tenemos. Pero hemos estado mucho tiempo a la deriva. Por eso tengo mucha esperanza en esta gente joven que nos marca el camino y vayamos todos para ese lado. Tolhuin debe ser el centro del turismo en Tierra del Fuego” fue su potente definición de cara al futuro.
