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LA LIBERTAD Y LA MENTIRA, Cristina reapareció para desarmar el manual de zonceras económicas con que nos enceguecen

Cada vez que aparece y habla, se detiene el país. La sumatoria de los que le prestamos atención porque la amamos (y que la amamos porque le hizo bien a mayor cantidad de gente que ningún otro en este siglo, y porque cada vez que abre la boca nos hace pensar), más la cifra que aportan aquellos que no tienen más remedio que mirarla porque sin ella se quedan sin tema de conversación y pierden noción de su propia identidad, se arrima bastante a la mayoría de los argentinos. En la tarde de este sábado, por primera vez después de las PASO, Cristina Fernández de Kirchner se mostró en público, ante un público de estudiantes de la Escuela Justicialista Néstor Kirchner y en presencia de la crème de la crème del peronismo actual. Impecable como siempre —melena de reflejos cobrizos, saco azul, rosario al cuello sobre chomba blanca, pantalones símil cuero y botas con plataforma—, se presentó en la sede de la UMET (Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo), acompañada por Pedro Rosemblat, a sabiendas de que aún cuando no dijese nada concitaría la atención de tirios y troyanos.

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Pero el objetivo era loable. Se trataba de rendir homenaje a un libro de conversaciones entre Néstor y Torcuato DiTella, Después del derrumbe, que se publicó hace 20 años y acaba de ser reeditado; en el mismo día —23 de septiembre— en que se cumplía medio siglo de la elección que consagró la fórmula Perón-Perón, mediante un margen que no ha sido empardado (¡el 61,86% de los votos!) pero al que sigue de cerca el 54,11% de la misma Cristina en 2011. El libro impacta todavía por la visión de Néstor, que en 2003 seguía siendo prácticamente un desconocido para casi todos, respecto de lo que pensaba hacer e hizo como Presidente y de las cosas que, aunque no logró hacer, consideraba esenciales para poner (y mantener) a la Argentina de pie. («Es una verdadera vergüenza —dijo Kirchner, por ejemplo—, que uno de los poderes del Estado [se refiere al Judicial] utilice la extorsión como método permanente de presión frente al Congreso y al Ejecutivo».) Hablar del presente ante el espejo de esa conversación obligaría a parafrasear a Fito Páez, porque hoy vivimos en el derrumbe después del derrumbe, en el marco de la crisis artificial que crearon aquellos que bombardearon la recuperación nacional que tuvo lugar entre 2003 y 2015. Pero por supuesto, fueron pocos los que acudieron a la UMET pensando en el pasado. La ansiedad general apuntaba más bien al 22 de octubre y a los senderos que se bifurcarán a partir de entonces.

Cristina se hizo cargo de aquellos que ya no toleraban su silencio post-PASO. «¿Para qué voy a decir qué pienso de los resultados, si ya había dicho cuáles serían ANTES de la votación?», preguntó. Ella había anticipado, por cierto, que se trataría de una elección de tercios donde lo fundamental sería el piso de cada sector. Y había dicho además que los dos más votados definirían el perfil de la elección general, que es exactamente lo que está ocurriendo. (Lo cual desplaza hacia los sombras al tercero en discordia, que desde entonces no hace más que bramar contra Cristina y el kirchnerismo, sentando las bases de lo que podría constituir un Curso Acelerado de Intrascendencia Política a ser estudiado académicamente de aquí en más. Según dijo, el día de las PASO estuvo en el sur y, mientras veía celebrar a la dirigencia de Juntos por el Cambio, se preguntaba: «¿Qué está festejando esta gente?» Si algo demostraron los resultados de ese test electoral fue que la gente no ha olvidado, sustuvo, que «el gobierno de Macri fue horrible. HO-RRI-BLE».)

Rosemblat le preguntó qué opinaba de la interpretación corriente según la cual la sociedad argentina se ha derechizado. Cristina la rechazó. «Querer estar bien no es de derecha. En todo caso, querer estar bien es propio de los peronistas», dijo.

El grueso de la alocución giró en torno del modelo neoliberal que no empezó con Alfonsín en el ’83, sino con Martínez de Hoz en el ’76, consecuencia directa de la dictadura más sangrienta, y al que se intenta resucitar por enésima vez. Según recordó, hasta entonces los argentinos ahorraban de otro modo, nadie pensaba en términos de dólares y plazos fijos. Pero entonces Martínez de Hoz cambió el patrón de acumulación, introdujo la especulación financiera y abrió por completo la economía, dando pie al primero de los industricidios del último medio siglo. En ese contexto, recordó la publicidad oficial que bardeaba a la industria nacional y le daba la bienvenida a los productos importados, en nombre de la competencia — lo que hoy llaman «libertad de mercado».

Para Cristina, un factor que fue fundamental a la hora de implementar el neoliberalismo en la Argentina fue lo que llamó «la casta de los economistas». Martínez de Hoz formaba parte de esa casta, como académico y ejecutivo de Acindar. También Cavallo, que a la caída de la dictadura nacionalizó la deuda en pesos, y Melconian, que en el mismo momento se ocupó de nacionalizar la deuda de la dictadura en pesos. Según Cristina, sigue vigente la tendencia de la ortodoxia a endiosar la economía como una ciencia de verdades universales e inalterables, cuando en todo caso se trata de un set de herramientas que pueden —y deben— ser empleadas políticamente, aunque sólo se tienda a usarlas con la misma, interesada intención. Por eso recomendó un libro que a su vez, dijo, le recomendó su hijo Máximo: Economistas contra la democracia, de Jacques Sapir. Ante la platea juvenil, que con la brillante excepción de las Madres en primera fila estaba compuesta por estudiantes, recomendó jocosamente: «Así como dicen ‘garren la pala’, ‘garren los libros, que no muerden».

También recordó que después de la híper-inflación, en los ’90, se privatizó todo. «En 2001 era todo privado, hasta las jubilaciones. Y aun así se cayó el país igual», dijo. Ese fue el panorama con el que asumió Néstor: «Dos dígitos de desocupación, 22%. Sin industrias… Con jubilaciones congeladas y también congeladas las regalías que recibíamos las provincias productoras de hidrocarburos… Y la verdad que no se puso a hablar de la herencia, se puso a laburar y a hacer lo que había que hacer. A reestructurar la deuda como la reestructuró, a pagarle al Fondo Monetario Internacional allá por el 2005. A pagarle a los bonistas el Boden 12, el dinero de los trabajadores que había quedado atrapado en el famoso corralito… Y allí comenzó un periodo que desde la ley Sáenz Peña fue más largo durante el cual primó un solo espacio político. Nadie pudo completar tres periodos consecutivos  de gobierno. No lo pudo hacer Yrigoyen porque fue derrocado, no lo pudo hacer Perón porque fue derrocado aunque luego lo eligieron por tercera vez. Y entonces uno se plantea cuál fue la herencia entonces que dejó el populismo, el kirchnerismo. Por  lo pronto, dejamos una deuda absolutamente estructurada, el Fondo Monetario no estaba en el país y los salarios de los trabajadores eran buenos».

Entonces llegó Macri y dinamitó la situación competitiva de la economía argentina, para a continuación abrirle la puerta nuevamente al FMI y después fingir demencia. «En 2021 —recordó Cristina— durante una reunión que hace en un country cuando va a Neuquén con amigos o partidarios, les cuenta que él les decía a sus funcionarios: ‘No tomen deuda que nos vamos a ir a la mierda, yo conozco los mercados’. En 2022 le echó la culpa a los bancos comerciales. Todos los días dice una mentira diferente, esa es la verdad. La verdad es que levantaron el cepo en 2016, vinieron fondos pero no todos, porque comenzaron a venir cuando le dieron a los fondos buitres lo que querían. Se endeudaron a tasas muy altas y en plazos muy cortos; también hubo declaraciones del ex ministro Caputo al respecto, desvinculándose, diciendo que él no había tenido nada que ver con el endeudamiento, o sea…»

A partir de entonces, la exposición cobró tono de master class, con Cristina pinchando los globos de cada uno de los argumentos que suelen usar para justificar la crisis económica actual y nublar el panorama, para que nadie divise soluciones eficaces. Relativizó la importancia del déficit, apelando al ejemplo de Brasil, que tiene un déficit mucho mayor que el nuestro y aún así, una inflación mucho menor. Cuestionó el peso de lo que la casta de los economistas —y también la de los empresarios, por cierto— llaman «la presión impositiva». A través de un cuadro con data del mismísimo FMI, demostró que no sólo el porcentaje de impuestos de Argentina es menor que el de Francia, Italia, Alemania y España, sino que además ha descendido en los últimos años mientras que en el resto del mundo ha aumentado.

La exposición adquirió tono de comedia cuando Cristina quiso discriminar el gasto social que figura en el presupuesto y acudió a Rosemblat para que fuese anotando las cifras sobre un pizarrón… y las sumase, claro. La idea era demostrar cuán razonable es lo que se gasta en jubilaciones, Poder Legislativo y Judicial, y lo que se gasta en lo que denominó «los planeros de lujo»: la gente que debería pagar Ganancias y no paga —como los jueces—, los impuestos cuya alícuota está quebrada… Estoy seguro de que Rosemblat no olvidará la indicación «Anotá, Pedrito» durante el resto de su vida.

Cuando la coalición que incluía al peronismo retornó a la Casa Rosada, el panorama no podía ser más distinto de lo que era en 2015. «Nosotros entregamos el país con un bajísimo endeudamiento en 2015 y lo recibimos en 2019 con una deuda atroz», dijo Cristina. «La Argentina hoy tiene un problema del cual vengo hablando desde hace mucho tiempo, que es la economía bimonetaria, ha perdido valor nuestra moneda. Y además ahora hay que sumarle un altísimo nivel de endeudamiento y al FMI como auditor, imponiendo planes inconsistentes, o a lo mejor inconsistentes para el bienestar de la Argentina pero muy consistentes para el día de mañana, cuando pretendan apoderarse por chauchas y palos de todos nuestros recursos naturales. Esa situación impide desarrollar políticas que beneficien al conjunto».

Por eso valoró la franqueza con que el ministro y candidato Massa explicó la situación públicamente. «El FMI impone condiciones. Obligó a devaluar. Hizo muy bien el Ministro de Economía en contarle esa verdad al pueblo argentino. Cada argentino y cada argentina tienen que saber por qué aumentan los precios».

Cristina anudó los hilos de la exposición subrayando la importancia de que la gente comprenda cómo es la situación real y qué es lo que está en juego. Desde el pullman la escuchaba la primera línea de los dirigentes que la admiran y respetan: la plana mayor de la provincia de Buenos Aires (Axel, Verónica Magario, María Teresa García, Walter Correa, Florencia Saintout, Mayra Mendoza), históricos como Carlos Kunkel, Zannini y los Papaleo, Wado, Fernanda Raverta y Luana Volnovich, Cecilia Moreau, Hugo Yasky y Roberto Baradel, Naty Zaracho, Lucía Cámpora, Ofelia Fernández y muchos y muchas más. «Necesitamos —concluyó— que cada argentino y cada argentina tome conciencia de esta situación para que pueda decidir libremente. No se decide libremente si no se sabe la verdad. Si te mienten no se decide libremente. Si te mienten y te engañan, vas a ser más esclavo que nunca. Que este país siga siendo la casa de los argentinos».

Afuera, ante la multitud que la esperó durante horas, cerró así: «Muchas gracias, fuerza y a militar fuerte. A explicar, a hablar y a no enojarse».

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