La decisión, que golpea directamente a uno de los sectores más vulnerables de la sociedad, evidencia una preocupante falta de sensibilidad y un aparente desconocimiento de la dura historia que ha forjado a nuestros mayores.
Es difícil comprender cómo dos representantes de la provincia, que deberían velar por el bienestar de sus ciudadanos, pueden ignorar la cruda realidad de la jubilación en Argentina. Hablamos de hombres y mujeres que, en muchos casos, apenas superan la línea de la indigencia, obligados a subsistir con haberes que no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas de alimentación, salud y vivienda.
La trayectoria de vida de nuestros jubilados es un testimonio de resiliencia frente a adversidades inimaginables. Han atravesado los oscuros años de la dictadura militar, viviendo bajo la sombra de la represión y la incertidumbre. Han sido testigos y víctimas de las recurrentes crisis económicas que han azotado a nuestro país, desde la hiperinflación que pulverizó el valor de sus salarios y ahorros, hasta el devastador 2001, cuando el «corralito» del gobierno de De la Rúa les arrebató los frutos de toda una vida de trabajo.
Y como si el pasado no fuera suficiente, hoy enfrentan una nueva ola de represión cada miércoles, cuando salen a las calles a reclamar por sus derechos, encontrándose con la violencia en lugar de respuestas.
El voto negativo de los diputados Pauli y Garramuño no es solo una cuestión de números; es un profundo desprecio por esta historia de lucha y sacrificio. Sugiere una desconexión total con la memoria colectiva de un pueblo que ha sabido levantarse una y otra vez. ¿Acaso desconocen, por su edad o por elección, el calvario que nuestros abuelos y abuelas han soportado? ¿Carecen de la empatía necesaria para comprender el peso de décadas de incertidumbre y penurias?
La sociedad fueguina exige respuestas. Es imperativo que los legisladores expliquen los fundamentos de su voto y demuestren si realmente entienden el impacto de sus decisiones en la vida de aquellos a quienes deberían representar con dignidad y respeto. El silencio, en este caso, solo acrecentaría la percepción de una clase política ajena a las necesidades más urgentes de su pueblo.
por JOSÉ RULO QUIROGA