«El argentino no deja de comer asado, pero ahora se comparten los gastos entre varios porque es casi imposible invitar a una familia a comer», explicó Atalas. A esto se suma que los aumentos en los cortes de carne ya no son mensuales, sino semanales, lo que complica aún más el panorama.
En diciembre, el kilo de asado costaba $16.000, pero con un aumento acumulado del 97% anual, el impacto golpea tanto a los vecinos como a los comerciantes. «Tratamos de ayudar a los clientes de siempre, incluso reduciendo nuestro margen de ganancia, pero los costos suben y los sueldos no», expresó el carnicero.
Hoy, las milanesas y cortes como paleta o aguja, a $11.000 el kilo, son los más vendidos en las carnicerías locales, mientras que otros clásicos, como el puchero, han perdido popularidad debido al incremento en los precios de verduras y pollo.
El impacto de la inflación:
Atalas destaca que los proveedores suben sus precios cada semana, lo que obliga a trasladar estos aumentos al consumidor final. «Mantener una carnicería es un desafío, pero los clientes fieles nos ayudan viniendo todos los días», agregó.
Mientras el asado se mantiene como símbolo de la cultura argentina, su acceso se ha vuelto cada vez más complicado para las familias fueguinas.
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